domingo, 30 de noviembre de 2014

Educando mercenarios

Tomado de Gerentedemediado

"Hay dos clases de innovación: una horizontal que consiste en cambiar de respuesta (evolución)
 y otra vertical que consiste en cambiar de pregunta (revolución)."
Jorge Wagensberg

Sofía Cuba, la ex presidenta de la Sociedad Peruana de Medicina de Familia, una persona clave para entender los avances que ha experimentado dicha especialidad en aquel país, me envía un artículo de Leon Trahtemberg en Correo, con el título de “Educamos mercenarios”. Hace referencia a la expresión de Koldo Saratxaga, 
"estamos haciendo jóvenes mercenarios porque los educamos en que todo es a cambio de algo"
Como éste señala,  el modelo dominante de relaciones humanas se basa en la competencia y el poder.
 Se establecen jerarquías verticales ( el poder omnímodo del cátedro y sus secuaces) y horizontales 
( listos, sobre tontos, brillantes sobre torpes).
El miedo ( a cuestionar la autoridad, a ser identificado como diferente
, raro, distinto) actúa de perfecta argamasa para integrarlo todo.
Ese modelo educativo, que se inicia en la educación primaria y atraviesa todo el ciclo educativo, no presenta solución de continuidad durante la formación universitaria, dejando a los futuros mercenarios perfectamente adiestrados para formar parte de alguna de las empresas modernas ( administración incluida), si es que tienen la suerte de poder acceder a ellas. Porque no hay que olvidar que 6 de cada 10 jóvenes en España planea emigrar para encontrar empleo, y que dan por (casi) hecho que éste no tendrá mucho que ver con aquello para lo que ha estudiado, según el estudio dado a conocer hoy por el Instituto para la Sociedad y la Comunicación de Vodafone y que se ha realizado en diferentes países europeos. Los jóvenes españoles son, justificadamente, los más pesimistas: están convencidos en su mayor parte de que vivirán peor que sus padres.
Pero lo que llevan bien programado es ese espíritu de competencia, de docilidad y sumisión al poder que llevan mamando desde que entraron en la cadena de producción educativa, con sus sistemas de calificación,
 sus trampas al PISA y sus modelos de acceso a la selectividad que introduce hasta el hueso desde ese momento la necesidad de pisar el cuello al de al lado. No exagero. Cuando mi hija estudiaba segundo de bachillerato había compañeras de su clase que entregaban a los profesores chuletas encontradas en un pasillo con la intención de que se iniciaran las pesquisas para descubrir al copión ( o copiona). En la Facultad no cuestionarán que el modelo de educación siga siendo propio del siglo XIX , con grandes aulas atestadas ( si es que se pasa lista) donde el insigne profesor dicta la conferencia magistral que lleva impartiendo igual desde hace veinte años. Cuando realice algún máster , éste se vestirá con los ropajes modernos de “Bolonia”, ofertando sus programas en vistosos créditos europeos, pero seguirá empleando los viejos modelos de clase vetusta con 40 horas de pupitre a la semana , pero cargando además a los alumnos de múltiples trabajos, ensayos y trabajos de grupo para dar la impresión de que están a la última.
Los escasos afortunados en el sorteo de la lotería de acceso a un puesto de trabajo,
 precario y vejatorio, no tendrán ganas ni cerebro para levantar la voz.
 El sistema habrá cumplido (esta vez sí) con eficacia su trabajo de generar sumisos servidores. Buenos mercenarios.
En el post anterior comentábamos que , en mi opinión, una de las claves del éxito del sistema MIR había estado precisamente en sacarlo de las garras de la universidad. Juan Gervas me comentaba a raíz de eso que si la medicina de familia en España ha avanzado ha sido por estar fuera de la universidad. Tiene razón. 
El hecho de que en los países avanzados existan departamentos de medicina de familia en todas las universidades, no nos debe hacer olvidar que la universidad española no se parece en nada a la de esos países ( basta mirar el lugar que ocupan en cualquier ranking que se consulte). Miedo da pensar que hubiera sido de la especialidad si hubiera estado bajo el control de cátedras y catedráticos, de esos que siguen cerrando la puerta a que existan verdaderos departamentos de medicina de familia, engatusando con cátedras mercenarias y asignaturas optativas.
Es imprescindible contar con departamentos potentes de medicina familiar. 
Pero no en universidades como las actuales, que deforman más que forman. De poco servirá evolucionar en este caso, cada año un pequeño paso para que dentro de tres generaciones, allá por el 2100 tal vez haya una cátedra en alguna universidad. La innovación que necesitamos es vertical: cambiar de pregunta 
. No cómo conseguir departamentos universitarios de medicina de familia igual que los de medicina preventiva ( ¡que espanto¡).
Más bien cómo conseguir buenas estructuras de medicina de familia capaces de transmitir a los estudiantes de medicina lo importante que es esa especialidad. En definitiva, lo que necesitamos es una revolución.

(Imagen: Instituto para la Sociedad y la Comunicación de Vodafone)

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