domingo, 13 de diciembre de 2015

El compromiso de la Longitudinalidad

Tomado de "El Gerente del Mediado"Dr Sergio Minùe
“ Mi nombre es Rafael Olalde y soy un médico de familia bilbaíno en plena fase de amortización. Soy un veterano de muchas guerras y tengo la suerte de llevar más de 37 años sentado en la misma
 mesa de la misma consulta (pura metáfora: he cambiado de mesa y de consulta pero no de población 
asignada a la que atiendo). En alguna ocasión he tratado a 4 generaciones al mismo tiempo.”

De esta forma se presentaba el Doctor Olalde ( médico de familia de Bilbao cuyo blog es un ejemplo de
 excelente comunicación con pacientes), al presentarse en los imprescindibles Seminarios de Innovación
 en Atención Primaria ( “Pacientes que lloran y otrasconsultas sagradas”,
 Bilbao, 12 y 13 de febrero de 2016).
 Por su forma de contarlo parece algo poco relevante, casi banal, pero es mucho lo que esconde una
 declaración semejante.

Todos los que seguimos creyendo en la importancia de la Atención primaria seguimos repitiendo como
un mantra, esa  palabra tan difícil de pronunciar llamada “longitudinalidad”, que hizo célebre
Barbara Starfield.
 No hay congreso, documento o artículo en que nos refiramos a ella, como atributo esencial de la
 Atención Primaria. Sin embargo su desempeño dista de ser algo sencillo. Implica un contacto regular,
mantenido a lo largo del tiempo, con el mismo profesional sanitario. Quizá de forma inconsciente
 nos damos
 cuenta de su dificultad al no precisar siquiera cuanto tiempo se precisa para garantizarla: porque
 ¿basta un
año de trabajo con el mismo cupo o se precisa un compromiso casi vital como el que realiza
 Rafa Olalde?
¿ Su efecto mejora de forma incremental con los años o alcanza su máximo efecto llegado un momento
 y se mantiene estable a partir de entonces?

Mantenerse 37 años atendiendo al mismo cupo, ser capaz de cuidar a cuatro generaciones e incluso al
 mismo tiempo, atender a los 30 años al niño que viste nacer, implica un altísimo grado de compromiso
personal. Implica renunciar a experiencias vitales quizá más excitantes en otros centros, otras ciudades,
 quizá otros países. Supone dejar pasar por alto concursos de traslados, procesos de acoplamiento
 interno, comisiones de servicio a retos más desafiantes o a plazas más cómodas.
Vista desde fuera, por alguien que no la conoce de verdad ( como los candidatos a presidente
 de gobierno
de las próximas elecciones), la atención primaria puede parecer algo homogéneo: centros de
 salud donde
médicas y enfermeras atienden problemas banales. Sin embargo poco tiene que ver un centro rural
 con un macrocentro de una gran ciudad, la AP de un barrio pijo en una gran ciudad con el
centro que atiende
 a una zona profundamente degradada quizá a solo un kilómetro de distancia. Mantener la longitudinalidad en
 un centro en que el paro es una característica como el clima, en el que la violencia es cotidiana, en que
 los esfuerzos para cambia estilos de vida fracasan casi siempre, porque bastante trabajo lleva
 ya sobrevivir, es algo casi imposible. La longitudinalidad es heroica en zonas rurales muy alejadas:
 ¿quién está dispuesto a
 vivir hoy en un pueblo de 1000 habitantes, sin los alicientes de la ciudad grande? ¿Cómo vender la
importancia de la longitudinalidad a un médico si implica ejercer en el Amazonas, el Altiplano boliviano, la zona
 más violenta de Sao Paulo?

Sin embargo el milagro existe. Hace unos días conocí a un médico que trabaja en un barrio de
 Santiago de Chile
 en que los sicarios entran en la urgencia para rematar al herido de la banda rival. Y sigue allí,
aunque en la
 privada le pagarían cuatro veces su salario. Sin llegar a esos extremos, hay muchos buenos médicos
 que continúan en cupos difíciles año tras año, ignorando los cantos de sirena del traslado al
cupo de
 1100 pacientes con  20 pacientes  de media de demanda, o al  turno de mañana en un centro al lado de casa
,o al que hace investigación de postín con publicaciones de impacto.
Si se cumple la hipótesis de Bauman de que nuestra sociedad es líquida
( y aún más lo será en el futuro) la longitudinalidad no va ser  fácil de mantener.
Nos gusta cambiar de coche, de móvil, de pareja, de ciudad y
 por supuesto de trabajo. Si mantenerse 37 años frente a la misma mesa ( aunque te la cambien)
 ya es heroico
 hoy , mucho más lo será dentro de 37 años.

Conviene recordarlo cuando nos llenemos la boca hablando de longitudinalidad.

( Fotografía tomada de Rafael Olalde en un artículo de El Mundo como pionero del blog sanitario)

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